De la fermentación del zumo de manzana nace la sidra, una bebida ácida y baja en alcohol de gran tradición en los países de costa atlántica —España, Francia, Inglaterra, Bélgica e Irlanda— pero que con el paso de los años se ha ido extendiendo hacia otros lugares. Las primeras referencias a este vino de manzana datan de la época de Carlomagno y se han encontrado en un acta legislativa del Imperio carolingio.
Los procesos de elaboración de la sidra varían según las tradiciones de la región donde se produce. Y también varían los tipos de manzanas utilizadas: lo más habitual es combinar manzanas dulces, para obtener el azúcar que se convertirá en alcohol, manzanas ácidas, para mantener el color natural del mosto, y manzanas amargas, que aportan los taninos. Hay que diferenciar también entre la sidra gasificada, que es la que se consume en la mayoría de lugares, y la sidra natural, que es la que se bebe principalmente en la zona del Cantábrico.
Actualmente, Asturias y Vizcaya son las zonas donde la sidra es más popular y también donde más cantidad se produce. Incluso se ha creado la D. O. P. Sidra de Asturias, elaborada únicamente con manzanas autóctonas. Siguiendo la tradición, en estas zonas la sidra se escancia directamente de la botella y se va tomando en pequeñas cantidades en un vaso ancho especial.
En Francia es muy habitual acompañar las crêpes con sidra. A nosotros también nos encanta la combinación y por eso servimos nuestras galettes del Empordà con un vaso de buena sidra asturiana. Si aún no conoces este maridaje tan especial, ¡no esperes más!